miércoles, 29 de enero de 2014

A las puertas del Hospital de Niños







Estas fotos fueron tomadas durante el invierno de 2013 en la puerta principal del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

Allí, cada día, cientos de madres y padres llevan a sus hijos al doctor. Muchos viajan varias horas para llegar, y concurrir al hospital les lleva toda la jornada.

Cargan bolsos, alimentos, botellitas de agua, radiografías, recetas... Visten a sus niños con la mejor ropa. Los abrigan, los retan, los apuran, los abrazan, los dejan llorar. Traen juguetes y peluches que consuelan y acortan las esperas. Asisten al ritual de la consulta al médico.

La puerta, alta y ancha, compuesta de dos enormes hojas, seguida de una escalera de mármol, genera y subraya el pasaje entre la luz del día y la luz de las salas de espera y los consultorios, entre el bullicio del tránsito y las conversaciones apagadas y los llantos de los niños, entre el espacio horizontal de la calle y el espacio jerarquizado del hospital.

Adentro, gente de guardapolvo dirá qué hacer, hablará de diagnósticos, pronósticos y tratamientos. Afuera, payasos y vendedores de globos, de chucherías coloridas, de café y facturas. Y justo en la puerta, en el primer escalón, la foto, más cerca de la feria y sus atracciones que de la ciencia.

Esa puerta y la esforzada escalera son la frontera que divide a la salud y la enfermedad, al saber del no saber y, a veces, al cielo del infierno. Esa puerta marca el límite de lo que las madres y padres pueden llegar a ver, conocer o hacer. En esa puerta termina un dominio y empieza otro.


Y en el momento de la toma fotográfica, sobreviene la pose, el gesto de mirar a cámara y de ofrecer, aunque sea, la sombra o la mueca de una sonrisa, de mostrar al niño a pesar de que esté dormido o tenga barbijo.

Un hijo es el anhelo de continuidad, la extensión más allá de este tiempo, de esta condición. ¿Y cuando el hijo enferma? ¿Cuándo algo no está bien? ¿Cuando le cuesta respirar o andar? ¿Cuando sus ojos se nublan? ¿Cuando la promesa es frágil o es débil? 

Entonces, los ojos de las madres y de los padres piden al cielo.

Acá estamos, hijo, frente al dolor.
Vos ibas a ser más fuerte.
Vos iba a llegar más lejos.
Los mismos ojos, los mismos gestos.
Te prometo juguete, caramelos, una tarde con sol.
Prometo que haré la tarea, que me dormiré temprano.
Prometo que me voy a portar bien.
Prometo todo por vos.
Hasta desde el pasado prometo.
Ahogo el grito, rezo sin fe.
Sé lo mejor de mí.
Olvida lo que no pude.